Uno de los peligros de nuestras plantas en verano es el calor. Manchas marrones, flores marchitas e incluso tallos dañados. El golpe de calor puede acarrear graves problemas –hasta la muerte del ejemplar- si no se actúa a tiempo.
Por ello, deberemos ir ojeando nuestro jardín para fijarnos si tenemos algún ejemplar en peligro. Lo ideal es evitar que algunas plantas más delicadas estén muchas horas expuestas directamente al sol, como las camelias, los helechos y las hortensias. Los ejemplares exóticos y las autóctonas de climas húmedos son las más perjudicadas. En cambio, aguantan muy bien los geranios, petunias, girasoles, aquileas, buganvillas,…; en definitiva, plantas mediterráneas o procedentes de países con mucho calor.
Si no podemos desubicar las plantas del pleno sol, deberemos pensar en algunos trucos para mejorar sus condiciones. Como, por ejemplo, usar acolchados para que el agua del riego no se evapore o bien regar más a menudo. También podemos usar mallas para sombrear la zona con mucho sol o una pérgola; o tirar la cortina en una estancia de interior y evitar poner las plantas demasiado cerca de los cristales de las ventanas.
En caso que no estemos a tiempo a prevenir, la curación no es siempre posible en todos los ejemplares. Las plantas leñosas, los árboles y arbustos de hoja caduca son los que mejor se pueden recuperar. Para éstos, lo mejor será realizar una buena poda de la zona afectada.
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